sábado, 5 de abril de 2008

El caramel no es dulce de leche

Un día del año pasado iba muy tranquilo caminando cuando una intensa y repentina depresión neuronal me hizo correr hasta el quiosco más cercano en busca de una buena dosis de azúcar. Apunté directamente hacia las famosas tabletas de puro dulce de leche hechas en Olavarría por alguno de los dos hermanos que separaron la fábrica que alguna vez supo ser una. Buscaba con preferencia una Vaquerita (de sabor más modernoso) o si no una Vauquita (la clásica y original). Ante mi cara de preocupación al ver unos desconocidos colores en las cajitas de cartón apiladas en el sector correspondiente, el quiosquero se apresuró a aclararme: "son las mismas de siempre, solo que les cambiaron el nombre". Comprobé al dorso que estaban hechas en Olavarría y compré una.
Qué sorpresa cuando probé el primer bocado de aquella aparentemente deliciosa tableta: me habían estafado. Miré nuevamente la cajita, esta vez con mayor atención. La palabra maléfica apareció ante mis ojos: JMAF.
Corrí hasta casa, abrí la heladera y empecé a revisar la lista de ingredientes de aquel dulce de leche en frasco de vidrio tan malo que no podía ni bajar de la mitad: glucosa (JMAF). Corrí hasta el supermercado a revisar todos los dulce de leches para saber cuál poder comprar: JMAF, Glucosa, Glucosa de maíz, Jarabe de Glucosa. ¡Malditos! ¡Nos arruinaron el dulce de leche!

El gran problema aquí en Argentina es que los productores no especifican entre los ingredientes principales el porcentaje de los mismos. No todos los dulce de leches con JMAF están completamente arruinados. Algunos no utilizan gran cantidad de JMAF (para "zafar" pueden consumir el de una gran marca de lácteos que viene en plástico y en dos tipos). Otros directamente utilizan tal cantidad que ni siquiera huelen a dulce de leche.
Pero por suerte aún hay argentinos patriotas que no utilizan glucosa de maíz. Por eso es tan rico el dulce de leche que ahora se estila traer del sur del país. Aunque también se pueden conseguir excepciones como la de la foto. Ojo que igual después están los diferentes tipos de dulce de leche según el gusto de cada uno. Líquido, cremoso, casi sólido. Lechoso, claro, oscuro. Con más vainilla, con menos, sin. ¡Pero que el mío no tenga maíz por favor!


viernes, 28 de marzo de 2008

Sí, lo hicieron

“¡Malditos, lo hicieron!”, decía Charlton Heston al final de El planeta de los simios, varios años antes de aparecer en Bowling For Columbine haciendo de maldito. Y sí, lo hicieron. Muchos porteños tienen como queja de bar hablar mal de USofA. Entre tanta crítica y difamación que le hacen al pobre imperio, siempre trato de meter bocado para hablar de la enorme cantidad de cosas buenas que nos legaron. Entiendo que debe ser un imperio bastante molesto para países como Cuba, Irak, Venezuela y República del Etcétera. Pero nunca creí que llegaran a meterse con nuestro dulce de leche.

Nunca fui un fanático del dulce de leche, muy cada tanto me agarra alguna reprimida añoranza infantil y me bajo un par de tarros en un par de semanas. Pero no soy un adicto, puedo pasar meses y hasta años sin probar DDL. Sin embargo siempre me alivió pensar que allí estaba, en el super, en el quiosco, un fiel amigo con el que podía contar cuando alguna depresión me llevara camino atrás hacia el útero materno pasando por lo días de tostadas con manteca y DDL de mis 6 años.

Y sí, lo hicieron. Hace algunos años un ex-colega que vive en USofA me comentaba que la broma del momento era decir que USA se alimentaba a corn syrup. Acá tenía hasta hace poco un nombre más terrorífico: JMAF (jarabe de maíz de alta fructosa), que es casi lo mismo pero con más glucosa. ¿Para qué se usa? ¡Para todo! En USA casi cualquier producto de supermercado al que le mires la etiqueta, lo contendrá. En Argentina, cada vez son más. ¿Qué gusto tiene? Pueden probarlo en estado bien puro si alguna vez comieron esa “falsa miel” que los yanquis le ponen a sus waffles y pancakes; o adulterado con bajísimo porcentaje de miel en esas mieles industriales baratas que se consiguen en el super. Puede ser un sabor simpático para comer cada tanto, pero ¿para tenerlo hasta en la sopa?

¿Y qué tiene que ver el DDL con esto? La respuesta, con consejos para sobrevivir a la hecatombe, en el próximo post.